23 Otoños de tango

Es más que dudoso, que pueda llamarse «Otoños de Tango» a un programa que en su práctica totalidad se desarrolla en verano. Pero, así son las cosas, y tenemos además buenas razones para conservar el nombre tradicional del ciclo que os presentamos.
Las primeras son climatológicas: en Zaragoza, septiembre viene a ser como un verano atenuado, algo parecido a lo que en otros lugares llaman otoño. Es posible que incluso pasemos calor bailando en septiembre, pero lo que sabemos los maños es que en octubre, normalmente, ya estamos en invierno. Y la verdad es que se disocia peor embutidos en el plumas.
Las segundas razones tienen que ver con la vuelta a la normalidad. Después del completo descabale que son las vacaciones, confesadlo, septiembre marca el regreso a la rutina, a nosotros mismos, a nuestras preferencias, elecciones, costumbres y manías. A nuestras personas y a nuestros personajes. A todo lo que durante el periodo estival se ha visto, en mayor o menor medida, perturbado o interrumpido.
Por eso, garageros, no nos pongamos puristas con el nombre y fijémonos en lo esencial: aquí os proponemos un mes de septiembre con un calendario tanguero de inmersión en nosotros mismos, de vuelta a nuestro ser, un calendario reforzado con cuatro hermosas milongas, cuatro. Y además en abierto y a la vista del mundo. Cuatro ocasiones extra para hacer profesión pública de nuestra fe tanguera, para recuperar abrazos añorados, para reencontrarse con los amigos, y con los menos amigos.
Cuatro ocasiones más para quitarse la arena playera de los pies y del alma, y para decir: «sí, esto me gusta, esto me mueve el alma, es lo que elijo hacer y sentir. Yo formo parte de esto». Y esto, naturalmente, es el tango.
Regresemos.